El atemorizante significado de los peluches en los taxis en Honduras

Lorena Arroyo BBC Mundo | CAWTV

  • Yo tenía un peluche pero lo tuve que quitar del carro porque se andaba regando el rumor de que los que llevaban peluches estaban ligados a ciertas maras

pelucheAlexander, un taxista que lleva 22 años trabajando frente al volante en las calles de Tegucigalpa, se refiere así a un rumor que circula en las últimas semanas en la capital de Honduras, el país más violento del mundo.

Según se difundió por el boca a boca y en las redes sociales, los aparentemente inocentes muñecos que lucen algunos taxis y microbuses son en realidad una señal a las pandillas; una especie de luz verde por la que indican que no han pagado extorsión pero que permiten que asalten a sus ocupantes.

Y pese a que la policía lo desmiente, este tipo de rumores llega incluso a modificar las costumbres de muchos hondureños.

«Se miraba bonito y empezamos a usarlo como hobbie: un oso, un mono, un hombre araña, Supermán… cada quien ponía lo que quería. Pero, ya después de los rumores, que puede correr peligro la vida de uno, poco a poco lo hemos ido dejando», le explica Alexander a BBC Mundo.

rumorEn su caso, adornó con un peluche la parte delantera de su vehículo durante más de medio año, pero decidió quitarlo cuando se dio cuenta que la gente no quería subir porque se decía que «el mono pertenecía a la MS (Mara Salvatrucha) y el oso a otra banda rival».

Sin embargo, la policía descarta ese vínculo.

«Hemos logrado investigar y hemos conseguido establecer que esto es completamente falso», le dice a BBC Mundo el portavoz de la policía hondureña Leonel Sauceda, quien achaca el rumor a una campaña de «desinformación con el propósito de generar algún miedo en la población».

El rumor del pelo negro

El temor provocado por los peluches revela una realidad: la del miedo de la sociedad hondureña a la violencia de las pandillas que se formaron a principios de los 90 por miembros de las maras deportados de Estados Unidos.

De hecho, no es único: han circulado otros que se refieren a los colores en los que se debe vestir o al tipo de calzado que debe usarse para no molestar a ciertas pandillas, e incluso uno relativo al color del pelo que parece haber calado hondo entre la población.

mujerSegún un periodista del diario local La Tribuna que prefirió no ser identificado, en aquella ocasión se decía que había una alerta de la Mara Salvatrucha de que no querían ver a mujeres con cabello rubio o tintes en la zona de los mercados populares de Comayagüela, en la capital, porque eso significaba que eran miembros de la pandilla rival,»Los Chirizos».

Pero, también en este caso, la policía asegura que se trataba solo de un bulo.

«Había personas que se estaban prestando a decir ese tipo de cosas, que las mujeres no deberían ingresar en el área de los mercados pintadas de castaño o color rojo porque su vida corría peligro. Pero no es cierto», sostiene el portavoz de la policía nacional.

Sin embargo, el miedo provocado por el rumor llevó a muchas mujeres que frecuentaban esa zona de la capital disputada por las dos bandas rivales a la peluquería para teñirse el pelo de negro azabache y evitar posibles reprimendas.

Siete taxistas muertos al mes

Pero además del miedo de la población, el rumor de los peluches también revela otra realidad: la de las extorsiones que deben pagar muchos taxistas y conductores de transporte público a las bandas para poder operar con normalidad.

terrorDe hecho, según un informe del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), «en los últimos años el oficio de taxi se ha convertido en Honduras en una ocupación de alto riesgo para quienes la ejercen, ya que tienen que exponer su vida a cualquier hora del día».

Los últimos datos publicados por ese organismo en octubre de 2014 hablaban de 220 muertes violentas de taxistas en los 34 meses anteriores, un promedio de siete al mes.

La mayoría de conductores muertos, según ese informe, primero fueron extorsionados por una o más pandillas, que les exigían el pago de miles de lempiras -el denominado «impuesto de guerra»- para poder trabajar.

De ello da buena fe el taxista Alexander. En la compañía que trabaja, que cuenta con 38 vehículos, les han extorsionado hasta en siete ocasiones, lo que, asegura, debe sumarse a las «cuotas» que pagan a cuatro maras diferentes.

«Impuesto de guerra»

«Precisamente nos acaban de extorsionar a nosotros. Nos pidieron 70.000 lempiras (más de US$3.100) y tuvimos que pagarlo porque aquí no se sabe: es posible que sea un grupo pequeño o que realmente sea una banda como la MS13, la Pandilla 18, los «Chirizos»…», le dice a BBC Mundo.

hombre«Nos habían pedido 100.000 lempiras (más de US$4.500), pero lo acabaron bajando a 70.000. Es como si fuera una pulpería, un supermercado. Aquí a uno le extorsionan y se puede negociar con ellos», lamenta el taxista al señalar que a uno de sus compañeros lo mataron, a otro lo mandaron al hospital con una herida de bala y a un tercero lo secuestraron para pedir un rescate.

Relatos como los de Alexander no son raros en Honduras, donde es frecuente ver en los diarios informaciones de ataques de bala a taxis y minibuses, muertes de conductores e incluso incendios a autobuses, supuestamente por no pagar el denominado «impuesto de guerra».

«Un tiro aquí en Honduras solo vale 10 lempiras (menos de US$0,50) y para tratar de eliminarle a uno le meten dos, tres tiros para que pagues una cuota», apunta Alexander quien señala que en su país las bandas prácticamente extorsionan a todos los negocios.

Y con tantos pagos de extorsiones, señala, tener beneficios es complicado.

«Aquí uno tiene que pagar para trabajar y tiene que pagar para que lo dejen vivir. Es difícil. Cualquier trabajo aquí es o pagas o mira a ver qué haces. Por eso, muchos se van para el extranjero; prefieren morir en el camino yendo a EE.UU. porque aquí los tienen amenazados», concluye.

«Amenazas a diario se reciben», coincide otro taxista, Manuel Humberto Motiño, de City Tour Taxis en Tegucigalpa, que en declaraciones a BBC Mundo señala que el trabajo de los conductores cada vez se ha vuelto más complicado.

«Es un juego de azar o juego de lotería de acuerdo a la violencia que se vive. Es como si estuviéramos en Irak, que no se sabe cuándo nos van a bombear».

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