La música llega a niños pobres de Managua y les muestra el ritmo de la vida

La directora de «Música en los barrios», Reyna Somarriba, fue registrada durante una clase de coro con niños inscritos en el programa, en Managua (Nicaragua). EFE
Managua | EFE.-

Voces armoniosas de niños, adolescentes y adultos con rostros sonrientes, típicos de quienes disfrutan lo que hacen, integran el coro de Música en los Barrios (MelB), una Ong de Managua que les permitió incursionar en el mundo del sonido, las cuerdas, los instrumentos de viento y las teclas.

En el salón de ensayo, los alumnos siguen las instrucciones de Reyna Somarriba, maestra y directora de la entidad, quien logra sacar de sus gargantas melodías y notas que nunca imaginaron.

Somarriba, de 37 años, es una dulce mujer de cabello ensortijado que sonríe todo el tiempo y que no solo ama enseñar música sino también trabajar con la niñez y la adolescencia de las clases más desfavorecidas.

«Música en los Barrios nació en el año 1993, gracias a la llegada de una estadounidense llamada Doris de Barnhouse, quien llegó a Nicaragua para dar clases de inglés, pero ella es de profesión cantante y reunía a niños para cantar en la misa del barrio René Cisneros (al oeste de Managua)», relata Somarriba.

La llegada de Barnhouse generó interés por la música entre los niños del barrio, por lo que se alió con la flautista Judith Rivas, quien empezó a impartir clases para ejecutar ese instrumento.

Sin embargo, la demanda cada vez era mayor y no daban abasto, por lo que lo que decidieron buscar a profesores para impartir lecciones en cuatro barrios de la capital nicaragüense, explicó la educadora.

Actualmente, esta organización está en siete zonas de Managua y en una de Masaya (oriente), donde benefician a alrededor de 350 menores que aprenden a tocar la flauta dulce durante un año gratuitamente y, tras ese período, si tienen aptitudes para la música son becados para seguir aprendiendo en la academia de MelB.

Además, como parte del programa académico también reciben clases de inglés, «porque consideramos que es un idioma que les puede abrir las puertas del futuro y si alguno quiere estudiar fuera del país de alguna manera les va a ayudar en su vida», añadió.

Entre el alumnado, hay niños desde 7 años hasta jóvenes que superan los 20, entre los cuales hay algunos que terminan convirtiéndose en profesores de música de las nuevas generaciones.

Tal es el caso de Paola Cano, de 20 años, quien estudia violín en MelB y cursa el cuarto año de la carrera de Licenciatura en Enseñanza Artística Musical en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli).

A los 9 años, Cano tuvo un primer acercamiento a la música aprendiendo a tocar flauta dulce y a los 12 recibió una beca para tocar violín, experiencia que describe como «algo muy bonito».

La joven, quien asegura que le gusta este arte porque puede conectarse con las personas y expresarse mucho mejor, no sueña con ofrecer grandes recitales, sino con enseñar flauta y violín a nivel profesional.

Por su parte, Carlo René Reyes (19), violinista, afirmó que la música tiene para él un «efecto sanador» y recordó que durante su último concierto, en el que se presentó como parte de la orquesta de cuerdas, no se encontraba bien de salud, pero cuando estaba tocando se sintió «súper genial, súper relajado».

«La música se conecta con las emociones, a mí me encanta eso, que uno puede estar muy triste, pero la música siempre va a estar ahí para mejorarlo todo», aseguró Reyes.

La directora de MelB señaló que Nicaragua carece de educación musical y ese es precisamente el vacío que se trata de llenar al ofrecer a niños de escasos recursos la posibilidad conocer el mundo de la música.

Sin embargo, hacen «magia» para sufragar los gastos que implica sostener el organismo y realizar 3 conciertos anuales, sobre todo porque hasta ahora no han logrado que el sector privado les tienda la mano con el financiamiento.

A pesar de las dificultades Música en los Barrios sobrevive por el trabajo voluntario de personas que aman y se apasionan por la música.

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