Si décadas atrás las consecuencias del cigarrillo aún eran motivo de debate entre los científicos, la industria y los consumidores, hoy ya nadie discute que la opción más saludable es no fumar. Las cifras demuestran que ha habido una reducción en la demanda de tabaco a lo largo del tiempo[1], aunque aún hay 1.100 millones de fumadores en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud[2].
La creciente popularidad en el mundo de los cigarrillos electrónicos, los dispositivos que calientan el tabaco pero no lo queman y los productos de reemplazo de la nicotina, como los parches o los chicles, han revivido el debate sobre el rol de la nicotina y sus efectos.
La nicotina es una sustancia natural que se extrae de las hojas de la planta de tabaco (Nicotiana tabacum y, en mucho menor medida, Nicotiana rústica)[3]. Todos los productos de tabaco contienen nicotina: los cigarrillos tradicionales, el tabaco suelto para armar cigarrillos, los puros, la pipa y el tabaco sin humo.
La exposición a la nicotina causa efectos inmediatos en el cuerpo. Por ejemplo, apenas 10 segundos después de que un fumador inhala un cigarrillo, la nicotina es absorbida, especialmente a través de los alvéolos pulmonares, fluyendo inmediatamente por la sangre hasta el cerebro, donde estimula la liberación de dopamina, un neurotransmisor que causa en el fumador la sensación de bienestar, relajación y placer. La nicotina permanece en el cuerpo poco tiempo: seis horas después de haber fumado un cigarrillo solamente quedan unos 0,031 miligramos del miligramo de nicotina que se introduce con cada cigarrillo.
Aunque ningún método de consumo de nicotina es inocuo, hay diferencias entre ellos. En otras palabras: no es igual de dañino fumar un cigarrillo convencional que tabaco sin humo, aunque los dos contienen nicotina. En los últimos años, varios estudios independientes han demostrado que, aunque la nicotina es adictiva y no está exenta de riesgo, no es la causa principal de las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar. Dichas investigaciones aseguran que la mayor parte de los efectos nocivos de fumar están causados, no por la nicotina, sino por las sustancias químicas que se generan cuando el tabaco entra en combustión.
“La nicotina por sí sola no es especialmente peligrosa y si se pudiera suministrar nicotina de una forma aceptable y efectiva como sustituto de los cigarrillos, se podrían salvar millones de vidas”, afirma un reporte del Tobacco Advisory Group of the Royal College of Physicians.
El caso de Suecia es un ejemplo de esto. En 1986, ante la alta tasa de fumadores el país decidió introducir el snus, un producto oral que permite ingerir tabaco o nicotina sin humo. ¿Los resultados? La prevalencia de fumadores se redujo a la mitad en comparación con el promedio de la Unión Europea, al igual que los casos de muertes por enfermedades atribuibles al tabaco, como cáncer de pulmón y de enfermedades cardiovasculares.[4]
Esta política de salud pública se basa en el enfoque de reducción de riesgos. Se trata de ofrecer a los fumadores una alternativa aceptable, que contiene nicotina, pero es menos dañina que seguir fumando porque no hay generación de humo. En esta tendencia se inscriben hoy en día los dispositivos libres de humo que está desarrollando la industria tabacalera que, al eliminar la combustión y el humo reducen drásticamente los niveles de componentes nocivos.