Por Noe Torres | CIUDAD DE MÉXICO | Reuters.-
Miles de mexicanos lloraban la muerte de Vicente Fernández, figura emblemática de la música ranchera, quien falleció la mañana del domingo a los 81 años en un hospital de la ciudad occidental Guadalajara, luego de pasar cuatro meses internado debido a complicaciones tras una caída que sufrió en agosto.
Cientos acompañaban el cortejo fúnebre del intérprete desde una clínica privada en Guadalajara hasta el rancho de la familia, a unos 25 kilómetros al sur de la capital del estado Jalisco, donde, otros cientos lo esperaban para darle el último adiós.
La familia informó que el lunes enterrará el cuerpo de Fernández en una ceremonia privada.
«Se va un gran ícono de la música ranchera. Un ídolo para todo el pueblo. Hasta ahora, creo que ha sido el mejor y nadie se ha comparado con él», dijo Jesús Flores, un agente de seguridad de 44 años, en Ciudad de México.
Conocido como el «Charro de Huentitán», por el poblado donde nació en Jalisco, las letras de amor y desamor a las que dio voz en su prolífica carrera de más de cinco décadas son consideradas parte imprescindible de la música popular mexicana.
En ocasiones, sus presentaciones se prolongaban hasta la madrugada mientras Fernández, con un vaso con tequila en la mano, llamaba a sus admiradores a seguir coreando sus éxitos: «mientras ustedes no dejen de aplaudir, yo no dejo de cantar».
Diversas personalidades del espectáculo, la política y el deporte de Latinoamérica lamentaron la muerte del intérprete y enviaron sus condolencias a su familia.
«Seguirás siendo el rey», escribió el cantante colombiano Maluma en su cuenta de Instagram, en alusión a una de las canciones más reconocidas que Fernández interpretó. «Un abrazo lleno de fuerza a su familia que tanto quiero y estimo», agregó.
Con un espeso bigote y largas patillas que lo caracterizaban, el intérprete de «Mujeres divinas» y «Por tu maldito amor» actuó en escenarios de Europa, Estados Unidos y América Latina, que con frecuencia abarrotaba.
Pero, orgulloso de su origen humilde, solía también ofrecer presentaciones gratuitas en ferias de pequeños poblados para el deleite de sus seguidores menos favorecidos, que adoraban la sencillez del intérprete.
En sus conciertos, para hacer gala de su potente voz, «Chente» acostumbraba cantar a capela.
«Hoy es un día difícil y doloroso para el mundo de la música con la pérdida de un titán mexicano que, por décadas, llevó sus raíces y su cultura por todo lo alto a través del mundo», escribió la cantautora cubano-estadounidense Gloria Estefan en sus redes sociales.
«Don Vicente Fernández nos deja un legado de canciones, películas y nuevas generaciones que seguirán su cometido musical y elevarán su nombre en cada nota que canten. Mi más sentido pésame a sus seres queridos y a cada una de las personas que lo aman y respetan», agregó.
«NO SOY ETERNO… NI QUIERO SERLO»
Durante su juventud, como los mariachis tradicionales, Fernández se ganó la vida cantando en bodas y restaurantes.
El éxito le llegó tras tocar varias puertas de compañías disqueras y estaciones de radio y ser rechazado.
Comenzó a tener oportunidades a partir de 1966 tras la muerte de la estrella de boleros del momento, Javier Solís. A partir de entonces, su figura despegó hasta convertirse en una referencia obligada en el repertorio de cualquier mariachi.
Durante su carrera grabó más de 100 álbumes que le valieron un sinfín de reconocimientos, entre ellos una condecoración por parte del expresidente venezolano Hugo Chávez, con quien cantó a dúo ese día «Lástima que seas ajena».
Fernández también participó en decenas de películas e impulsó la carrera de uno de sus hijos, Alejandro, considerado su heredero musical y conocido como «El Potrillo». Otro de sus hijos, el mayor, fue secuestrado en 1998.
En 2013, tuvo que suspender su llamada «Gira del Adiós» para tratarse varios padecimientos, entre ellos un leve infarto cerebral y un cáncer en el hígado que le detectaron en 2012.
Finalmente, en abril de 2016, Fernández se retiró se los escenarios con un concierto en el icónico estadio Azteca, donde cantó casi medio centenar de canciones y aclaró que no significaba el retiro de la música.
Despedirse del público no le impidió lanzar dos años después lo que sería su último disco «Más romántico que nunca», con nueve boleros y tres rancheras, de la mano de Sony Music, que lo calificó como «un homenaje directo a todos sus fanáticos».
A comienzos de 2019, el cantante generó polémica tras revelar que unos años antes había rechazado un trasplante de hígado porque no sabía si el donante era homosexual o drogadicto.
Casi en la recta final de su vida, el jalisciense seguía activo en redes sociales, escribiendo y grabando sus piezas en estudios musicales, mientras aumentaban sus visitas al hospital por diversas complicaciones asociadas a la edad que, en julio, lo obligaron a desmentir un supuesto contagio de COVID-19.
En agosto, «Chente» sufrió una caída en su rancho que lesionó su columna cervical y lo llevó a quirófano. Los mees siguientes, su salud se deterioró gravemente y el sábado, su familia emitió un comunicado, donde aseguraba que necesitó de apoyo respiratorio y fue sedado. «Su condición es crítica».
Uno de sus hijos, el también cantante Alejandro, aprovechó una presentación en la semana en Ciudad de México para agradecerle al público por el cariño con su padre y le pidió una oración por su salud con la esperanza de «un milagro».
«No soy eterno ni quiero serlo», dijo una vez en una de sus tantas apariciones públicas, Fernández, quien negó temer a la muerte. «Miedo no. Tengo temor de Dios, claro que sí, pero espero que las buenas obras que he hecho en mi vida me las tome en cuenta», agregó.