Por Kirk Semple | The New York Times | CIUDAD DE MÉXICO.-
Desde hace años, un refugio para migrantes en el sur de México llamado La 72 ha sido una estación de paso popular para los que viajan de Centroamérica hacia Estados Unidos. El año pasado, recibió un número récord de visitantes y llegó a albergar a más de 2000 personas al mes.
Sin embargo, en las últimas semanas, el tráfico se ha paralizado e incluso ha retrocedido.
Desde finales de marzo, en medio de la pandemia del coronavirus, no han pasado más de 100 migrantes por el refugio. Y casi todos se dirigían al sur, tratando de regresar a sus hogares en Centroamérica.
“Jamás había visto esto antes”, dijo Ramón Márquez, el exdirector del refugio. “Nunca he visto que nada frene la migración como lo ha hecho el coronavirus”.
Los cierres de fronteras, los programas de asilo suspendidos, las interrupciones del transporte mundial y los confinamientos en casa han frenado la migración de forma drástica en todo el mundo, en particular, de las naciones más pobres hacia las ricas.
En América Latina, se han vaciado las rutas migratorias otrora abarrotadas que se extendían desde América del Sur, pasando por Centroamérica y México hasta Estados Unidos, porque el gobierno del presidente Donald Trump ha aprovechado el virus para prohibir el ingreso a casi todos los migrantes.
Sin embargo, el fenómeno va mucho más allá del continente americano. La cantidad de habitantes de África oriental que han cruzado el golfo de Adén en busca de trabajo en los Estados del golfo se ha reducido de manera significativa. Las granjas en Europa occidental están batallando con una profunda escasez de mano de obra, debido a las restricciones de viaje que han bloqueado el traslado de los trabajadores estacionales provenientes de Europa oriental.
“La pandemia ha frenado la migración internacional y la movilidad en un plano esencial, no absoluto, sino esencial”, afirmó Demetrios G. Papademetriou, cofundador y presidente emérito del Instituto de Política Migratoria en Washington.
En algunos lugares, los flujos migratorios parecen haberse invertido, pues los migrantes que ya no pueden ganarse la vida en el extranjero han decidido regresar a casa, incluso si sus países de origen están plagados de conflictos políticos y ruina económica.
Miles de venezolanos que habían buscado santuario y trabajo en Colombia en los últimos años han cruzado de vuelta a Venezuela, los afganos han regresado a casa desde Irán y Pakistán y los haitianos, desde República Dominicana.
“Estamos viendo que la gente está regresando en masa a sus países de origen porque no pueden sobrevivir”, dijo en una entrevista Gillian Triggs, alta comisionada adjunta de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Muchos de los que están regresando apenas habían logrado encontrar un punto de apoyo en el sector laboral informal en sus países adoptivos y no tenían acceso a las redes de seguridad social. “Son la gente que está en la base de la pirámide”, comentó Triggs. “Y casi siempre son los primeros en irse”.
En los últimos años, uno de los corredores migratorios más concurridos ha sido el que pasa por Centroamérica y México, por el que decenas de miles de personas llegan a la frontera suroeste de Estados Unidos cada mes, ya sea para solicitar asilo o para intentar ingresar al país sin ser detectadas.
Desde hace mucho, las detenciones de migrantes indocumentados en la frontera han sido una medida, si bien imperfecta, de los cambios en los flujos migratorios de la región.
En marzo, las autoridades estadounidenses arrestaron a 29.953 migrantes ahí, una cantidad menor al total del mes anterior. No obstante, los expertos en migración dicen que las cifras de abril, cuando finalmente se publiquen, podrían reflejar una reducción considerable de la migración.
Los directores de refugios y los defensores de derechos de los migrantes en toda la región afirmaron que habían visto un cese repentino del tráfico de migrantes en las últimas semanas.
El reverendo Pat Murphy, director de la Casa del Migrante, un refugio en la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana, declaró que solo habían llegado unas diez personas a su puerta en las últimas dos semanas en busca de un lugar dónde dormir y que la mayoría que acababa de ser deportada de Estados Unidos no provenía del sur.
Sin embargo, Murphy y la mayoría de los operadores de refugios en Tijuana y en otros lados les han cerrado las puertas a los recién llegados como medida de protección para los residentes en cuarentena. Además, algunos de los refugios de la región han cerrado por completo por miedo a convertirse en focos de contagio. La Casa del Migrante Nazareth, un refugio en la ciudad fronteriza mexicana de Nuevo Laredo, suspendió sus operaciones tras sufrir un brote que enfermó a por lo menos quince residentes.
La mayoría de los migrantes que han llegado a la frontera suroeste de Estados Unidos en el transcurso del año pasado han provenido de Centroamérica, pero los activistas dicen que el cierre de emergencia y las medidas de control fronterizo particularmente estrictas en toda la región han persuadido a algunos a postergar su partida hasta que la situación se tranquilice.
Los migrantes también han sido disuadidos por la decisión que tomó el mes pasado el gobierno de Trump de endurecer las restricciones fronterizas. Con el argumento de la amenaza planteada por el coronavirus, el gobierno implementó una nueva política con la cual ha estado deportando de inmediato a la gente que cruce de manera ilegal la frontera suroeste del país. El gobierno también frenó el procesamiento de los migrantes no autorizados en los puertos de entrada.
Estos cambios les ha bloqueado el acceso en la frontera suroeste a los migrantes que buscan asilo.
“Me arriesgaría a decir que la única migración que está en marcha en este momento es la que realizan los contrabandistas”, comentó Márquez, el exdirector del refugio de migrantes La 72, ubicado en Tenosique, cerca de la frontera de México con Guatemala.
Estados Unidos no es un caso aislado. En todo el mundo, los gobiernos les han cerrado las puertas temporalmente a los refugiados que buscan protección.
Triggs dijo que de los más de 120 países que han instaurado algún tipo de cierre de fronteras, solo unos 30 están considerando las declaraciones de los solicitantes de asilo. Afirmó que la mayoría de los países “han cerrado sus fronteras, suspendido sus procesos de asilo y están retrocediendo”.
Además, dijo que el reasentamiento de refugiados “se ha detenido para todo fin práctico” debido a las limitaciones de los viajes en avión.
Erol Yayboke, investigador principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, pronostica que los impulsos proteccionistas de algunos líderes de naciones ricas podrían continuar aún después de que se disipe la pandemia, lo cual impediría que se reanuden los antiguos patrones migratorios.
En cambio, Yayboke especuló que los flujos podrían ser más grandes de lo normal entre los países en vías de desarrollo que impongan menos restricciones a la migración.
“Creo que cuando vuelves a abrir un grifo, el agua no fluye de inmediato”, comentó. “Y cuando empieza a fluir, no va a correr en la misma dirección necesariamente”.
This article originally appeared in The New York Times.